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TRIBUNAS

Actualidad Aseguradora nº13 - 30 de Septiembre 2024

Distribuir riesgos es valor social, ¿y lo contrario?  

Carlos Lluch
Director técnico de LLUCH & JUELICH CORREDURíA DE SEGUROS

 

La capacidad de las aseguradoras de distribuir riesgos es lo que define su valor social. La mutualización no es otra cosa que la solidaridad organizada mediante mecanismos de empresa privada. Es un instrumento que permite que los que tienen la suerte de no toparse con una desgracia puedan ayudar a enfrentar las consecuencias de un problema inesperado a aquellos que no han sido tan afortunados. 

UNESPA, Memoria Social del Seguro – 2023

 

Suscribo al 100% estas afirmaciones, no solo cargadas de sentido común, ciencia e historia aseguradora, sino –como muy bien apunta la primera frase-, esa mutualización del riesgo de terceros es la esencia de la actividad aseguradora y lo que le da valor ante la sociedad. Haciendo lo contrario, es decir, des mutualizando, es fácil comprender que se están abandonando las raíces, la solidaridad, la función y… su valor social.

Este primer párrafo está tomado de una Memoria Social de la mayor organización representativa de la industria aseguradora, por lo que es de especial interés, por lógica, ver qué tanto aplica esta maravillosa e inteligente comprensión en el mundo real, entre sus miembros. Fuera del papel.

Y es que, con estos calores estivales que dan muestra de agotarse, nos llegó la noticia de que una “neoaseguradora” -de esas que basan su pricing en la hiper-personalización de la prima– tiene un pie en la tumba. Y es que el algoritmo de turno puede ser muy listo y tonto a la vez, porque lo diseñan humanos. Sobre todo, si el humano que lidera no piensa mutualizar riesgos, que es de lo que va el Seguro. Así, un algoritmo que hiper personaliza ofrece primas de cine a quienes cree que son buenos y disuasorias a quien no le interesa por ser potencialmente malo. Quien recibe una oferta que considera intolerable se va a otro lado. El algoritmo no aporta certeza: no sabe si habrá o no siniestro, por lo que también puede crear una pérdida de oportunidad no haber captado a ese lead con una prima menor, algo más razonable. Quien tuvo siniestros, puede que no los tenga a futuro. Por otro lado, la cartera se carga con presuntos mirlos blancos recaudando muy poca prima que deviene insuficiente, si llega el momento en que la realidad muestra a esos mirlos blancos tal como son al desvanecerse su maquillaje o acaba ocurriendo lo que la estadística prevé en sus desviaciones. Y es que, en materia de riesgos, la probabilidad persiste y ni es cero para los buenos ni es 100 para los malos, caso a caso.  

 

Política tarifaria

También vemos, los corredores, cómo una gran parte de la industria va como pollo sin cabeza en otras cuestiones como es la política tarifaria. 

Venimos de un ciclo muy blando, donde las primas de un seguro de autos eran la mitad de aquellas que se pagaban en las aseguradoras que sobrevivieron a los años 90 del pasado siglo, a las que llamaré “pata negra”. Eso para vehículos más potentes, más equipados y que pesan el doble que entonces. La guerra de precios afectó a quienes tenían la responsabilidad de cuidar de sus marcas, esto es de su reputación, y los llevó a aceptar el sacrificio de la calidad, de la cobertura amplia, de criterios de aplicación del “malus” con ensañamiento, a retorcer el clausulado con artificios –como me ha hecho a mí el seguro del coche, aplicándome franquicia al techo solar pues me dicen que es “panorámico” sin que las CCGG digan ni mu de eso- y espíritus del contrato que jamás deberían haber hecho presencia ectoplásmica en una relación contractual sana y de confianza. Pierden la fe los clientes, pero también los mediadores con ética y las “pata negra” ya son difíciles de diferenciar de las “low-cost” que iniciaron esa guerra. No se ha entendido que unas debían diferenciarse por precio, para los clientes que no creyeran en el seguro, y otras debían apostar por la calidad para proteger adecuadamente sus riesgos. 

Ahora, ciertas aseguradoras comienzan a darle al péndulo y, si venían del sótano, ahora plantan la prima en el ático. De golpe. Tengas o no un siniestro, lleves 23 años en la compañía –caso real– o no, son capaces de subir un 97% de una tacada. Y, mientras, a los nuevos asegurados se les sigue ofreciendo una prima más que apetitosa y bolsa de descuentos al mediador, con lo que uno comprende que hay buena cara para quien no los conoce y que pague los platos rotos quienes están ya en casa. Buenos con terceros y malos en casa define un conocido perfil de conducta.

 

Transparencia con lo que no funciona

En vida riesgo, se sigue sin mutualizar, incumpliendo sistemáticamente el mandato de dos Disposiciones Adicionales de una Ley y la Legislación CE que obligan a asegurar a las personas con discapacidad y a aquellas con enfermedades crónicas. Estableciendo ciertas reglas, a priori, pero abriéndoles la puerta del seguro. Y ello permite que en 2022 la cuenta técnica de vida arrojara un asombroso o vergonzoso, según se mire, 23,57% de siniestralidad sobre primas. Y ello permite que se apliquen primas calculadas sobre unas tablas de mortalidad elaboradas sobre el 100% de la población, enfermos y discapacitados incluidos, pero solo se asegure a los que se prevé que están como un roble. Si fuera un juego de naipes diría que este jugador, antes de la partida, elije para su mano todas las piezas de valor dejando a la sociedad el resto, asegurándose el dinero que está sobre la mesa de antemano. Eso nos cuentan la exclusión, la discriminación que viven unos y el 23,57% de otros. 

No es mi finalidad en la vida ser complaciente, ni cenar con directivos en exóticos lugares, ni cumplir objetivos de venta que garantizan el cumplimiento de los de otros. Me gustaría que el Seguro fuera exactamente eso que describe –en su función y en su método– el texto de UNESPA: Me daría con un canto en los dientes si contribuyo en algo a que así sea y eso no pasará si no se pone sobre la mesa, con transparencia, aquello que no funciona o que daña al Seguro. Hay muchas cosas que sí funcionan maravillosamente en nuestro amado sector asegurador, pero las buenas noticias van sobradas de notables voceros. No necesitan uno más.
 

 

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