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Juan Antonio Martínez Gijón
Socio de AMG Human y Sportalent - juanantoniomartinez@amghuman.com
Acabamos de ver con cierta expectación la noticia del nombramiento del nuevo primer ministro francés, Gabriel Attal, de 34 años, entre otras muchas características y con una carrera centrada únicamente en la política. Pero los titulares se centraron en su corta edad para asumir el rol tan relevante en una gran potencia mundial como Francia.
Trasladándonos al mundo empresarial, nos sorprende también cuando alguien joven asume un reto relevante. Pero me vienen a la cabeza muchos ejemplos de perfiles jóvenes, altamente preparados, incluso en nuestro sector, y con experiencias de años en posiciones con exigencia. Y, sobre todo, con asunción de responsabilidad y toma de decisiones.
Parece que para determinados roles, de peso y responsabilidad, pensamos en personas preparadas y creemos que en ello la experiencia es fundamental. Quizás 34 años sea una edad exageradamente precoz para asumir una posición de líder en una gran compañía, tal vez porque se piensa más bien que la experiencia es un grado y que las capacidades se adquieren con el calmado paso del tiempo. No es nada nuevo. A lo largo de la historia, hemos visto cómo la confianza en el liderazgo de las personas de mayor edad era clave para conseguir hitos importantes. Paréntesis: Sorprende frente a un Gabriel Attal, encontrar a líderes de avanzada edad, carentes de plenas facultades mentales, mantenidos en sus roles por intereses que nunca se darán a conocer, aunque posiblemente sean fáciles de intuir.
¿Qué se pide hoy en las empresas? Ante todo, perfiles altamente preparados, capaces de asumir y tomar decisiones para agilizar el devenir y progreso de las entidades. Yo abogaría al respecto por mantener profesionales con edad y experiencia junto a jóvenes altamente preparados. Los mayores, o seniors en inglés y palabra más utilizada para hablar de ellos, deben estar también preparados y actualizados. Al igual que los teléfonos móviles se actualizan cada vez a más a menudo, los profesionales deben formarse continuamente. Es imprescindible estar al día en las últimas tecnologías, en los nuevos modos de resolver problemas, en las posibilidades inmensas que proporciona la globalización, en las nuevas maneras de liderar personas y mantenerlas fieles a la empresa, etc.
Toda esta formación y trasvase de conocimiento se ha de hacer de forma bidireccional. Los profesionales mayores pueden enseñar el conocimiento de negocio, la cultura empresarial, la forma de salir exitosos de errores y su inmensa experiencia de años afrontando retos diferentes. A cambio, los jóvenes les pueden instruir en tecnología, herramientas, métodos ágiles, estudio de competencia más actual, cultura y pensamiento moderno, y, singularmente, de la necesidad de actualizarse cada segundo para seguir siendo referentes en la materia o sector que aplique.
Además, todos sabemos, que si Dios y la salud quieren, los aún jóvenes llegaremos a estar activos con mayor edad, y, aunque sea por puro egoísmo (mejor por generosidad), debemos crear la dinámica y procesos para que los “senior” sigan siendo clave en las estructuras empresariales. Me parece esencial contar con ellos, hacerlos aún relevantes en la toma de decisiones y motivarlos para que ayuden al progreso de la empresa. Todo ello sazonado con la suficiente sensibilidad que les haga sentirse verdaderamente útiles para la sociedad, como realmente lo son.