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TRIBUNAS

Actualidad Aseguradora nº04 - 25 de Marzo 2024

¿Revolución o evolución?

Constanza Gállegos 
Country Manager BHSI

Todos los que compartimos responsabilidad de gestión de equipos llevamos ya algunos años hablando del talento como uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos en todas las industrias. Y creo que es verdad; pero me planteo qué hay detrás de esta moda, qué debemos hacer que no estemos haciendo, qué debemos dejar de hacer porque no funciona y qué debemos hacer más para que funcione mejor.

Yo me incorporé al mundo laboral cuando las empresas buscaban utilizar a sus empleados de la mejor manera para lograr su máximo beneficio; pero pertenezco a la generación de empleadores que lucha por ayudar a sus empleados a alcanzar su máximo potencial y a convertirse en miembros productivos y felices del equipo. Y también peleo cada día por ser ese empleado productivo y feliz. Porque la gestión del talento es cosa de dos y de que cada parte encuentre el equilibrio entre lo que da y lo que recibe.

En el debe de los empleadores tenemos una buena lista de quehaceres, entre los que destaco la personalización de la gestión de la relación, no todo funciona igual para todos; debemos entender lo que mueve a cada persona, conocer los puntos fuertes, sus habilidades individuales y cómo puede contribuir al equipo; identificar con claridad lo que cada uno sabe y puede hacer, lo que está dispuesto a hacer y lo que siente al hacerlo, a dónde quiere llegar; y, entonces, adaptar nuestra propuesta, acompañar a cada persona en su desarrollo. No digo que creemos tantas empresas como empleados tenemos (que seguro que alguno piensa que el papel lo aguanta todo), digo que conociendo a las personas más en profundidad sabremos encajarles de la mejor manera en los objetivos y planes de la empresa, y conseguiremos también su compromiso a largo plazo

Las personas buscamos constantemente anclajes fuertes que nos den referencias, que nos hagan prosperar, que nos mejoren como personas, y la relación laboral puede y debe ser uno de estos puntos de referencia. Siempre digo que yo sólo tengo una vida (no dos, como algunos parecen tener, la personal y la profesional) y el trabajo puede/debe ayudarnos a desarrollar lo mejor de nosotros mismos.

La pandemia nos dejó muchas cosas. Algunas buenas y muchas malas. Nos encontramos ahora con perfiles que antes no veíamos. Hay un grupo de personas que sintieron que lo que dejaron de hacer en la pandemia en su esfera personal es prioritario y que tratan ahora de progresar rápido, ganar dinero rápido y dedicase a sus aficiones, renunciando en ocasiones a responsabilidades mayores; otros sintieron que estaban acomodados en puestos o empresas que nos les aportaban valor y quisieron dar un vuelco a su vida. En general, creo que todos nos hemos vuelto más exigentes y demandamos más de nuestros empleadores y esto está bien, siempre que nos movamos en la zona del equilibrio que antes mencionaba. Tenemos que aprender a ser mejores empleadores y también a ser mejores empleados. Debemos exigir como empleados que nos escuchen, nos expliquen y nos acompañen en nuestro desarrollo, pero también debemos entender lo que la empresa necesita de nosotros y lo que podemos aportar. Yo quiero reivindicar el valor del esfuerzo, de la paciencia, del trabajo en equipo, de la colaboración, la importancia del largo plazo, de compartir tiempo juntos en persona y de lo relevante que el trabajo puede ser en nuestras vidas. 

Todos queremos una buena remuneración, justa con lo que sabemos y aportamos; también queremos que se nos recompense y premie, trabajar en un entorno flexible; pero debemos aspirar a trabajar en un lugar que nos haga mejores profesionales y mejores personas, que nos permita crecer, desarrollar nuestras habilidades y ser felices…y ésta es la verdadera revolución del talento. El reto de los más jóvenes es entenderlo, el de los más mayores transmitirlo y el de los líderes convertirse en gestores de personas y emociones y no sólo de negocios.
 

 

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