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Ciberataques, catástrofes naturales, incertidumbre económica y comercial… Estas son algunas de las amenazas a las que se enfrentan los autónomos y las empresas españolas, especialmente las pymes. Todo ello, sin olvidarnos de aquellos riesgos a los que se exponen en su día a día, como posibles impagos, fallos en la cadena de suministro, averías, incremento de los costes, nuevas regulaciones, etc.
Los autónomos y las empresas son esenciales para la economía y para la sociedad. No sólo ponen en el mercado los productos y servicios que todos necesitamos en nuestras vidas, sino que también generan riqueza y empleo.
Puede que la figura del empresario sea ‘demonizada’ en muchas ocasiones, lo cierto es que la sociedad reconoce el importante rol que desempeñan. De hecho, el 81% de los españoles consideran a los empresarios más importantes que el Gobierno o los sindicatos, según un informe de Grant Thornton. Sin embargo, cualquiera que haya decidido dar el paso de emprender y montar su empresa sabe que no es nada fácil echar a andar y, sobre todo, sobrevivir en un entorno muy competitivo y plagado de riesgos.
“Siempre decimos que ser autónomos es una actividad de riesgo. Es la propia incertidumbre el mayor riesgo que sufre cualquier actividad o cualquier autónomo. Durante el devenir de la misma, van apareciendo nuevos riesgos, como la morosidad, tanto pública como privada; el exceso de regulación o de trabas burocráticas que nos hacen menos competitivos; o el intrusismo y la competencia desleal. Y, por supuesto, están muy presentes los riesgos de la propia actividad, los riesgos laborales y, especialmente, los riesgos psicosociales que afectan a la salud mental de los trabajadores autónomos, como es el estrés, el burnout, la dependencia, la falta de conciliación, etc. Finalmente, en unas actividades cada vez más digitalizadas, tienen un peso específico los riesgos derivados de los ciberataques”, desgrana José Luis Perea, secretario general de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA).
Fermín Albaladejo, presidente de la Confederación Española de Jóvenes Empresarios (CEAJE), destaca tres grandes bloques de riesgos para las empresas españolas: incertidumbre económica, transformación digital y tensiones normativas. “La inestabilidad geopolítica y el endurecimiento del acceso a financiación están afectando a la liquidez y a la confianza inversora, comprometiendo el crecimiento. A ello se suman los desafíos operativos derivados de la inflación y del aumento de los costes energéticos. También observamos un riesgo creciente asociado al desajuste entre la velocidad de cambio en la normativa y la capacidad de adaptación de las pymes, especialmente en áreas como sostenibilidad o fiscalidad”, detalla.
La Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME), distingue entre riesgos estructurales, “que afrontan las empresas con independencia del escenario en el que nos encontremos”, y aquellos que está emergiendo en el escenario actual.
Entre los primeros se incluyen los que conlleva el desarrollo de cualquier actividad económica, expuesta siempre “a cierto grado de incertidumbre que implica la posibilidad de sufrir un daño inesperado, aunque realicemos una gestión presidida por la cautela”, apuntan en la organización. “En muchas ocasiones, se dan situaciones de información asimétrica o imponderables que se escapan de nuestro control y que resultan independientes del escenario en el que nos encontramos”, añaden.
Por ejemplo, se refiere a la posibilidad de sufrir retrasos o impagos por parte de los clientes, fallos mecánicos o errores humanos que deriven en accidentes, problemas en la cadena de suministro, la posibilidad de sufrir fluctuaciones relevantes en los precios de materias primas críticas, dificultades financieras por la subida de tipos de interés, condicionantes o limitaciones derivadas del despliegue de nuevas regulaciones, etc.
Respecto a los segundos, los riesgos derivados del actual contexto, CEPYME destaca tres grandes áreas: ciberseguridad, fenómenos naturales y riesgos comerciales. “El robo de datos (clientes, proyectos, proveedores, I+D, etc.) y los secuestros informáticos que impiden la actividad y los fraudes, entre otras cuestiones, se han convertido en una importante amenaza para el conjunto de las empresas que, en los casos más graves, pueden acabar derivando en su cierre”, advierte.
En cuanto los fenómenos naturales, hace hincapié en el aumento de su frecuencia e intensidad, “dañando activos productivos o dificultando que las empresas desarrollen con normalidad su actividad”.
Finalmente, recalca que “la situación actual de ‘guerra comercial’ obliga a tener los riesgos comerciales muy presentes, por los efectos directos e indirectos que tienen sobre las empresas, tanto en lo que se refiere a su demanda como a sus cadenas de aprovisionamiento y costes”.
Algunos de los riesgos de los que ya podemos hablar en presente, como el auge de los ciberataques, los fenómenos atmosféricos extremos o las previsibles consecuencias de la incertidumbre económica y la ‘guerra comercial’, se proyectan en el tiempo y son también algunas de las amenazas con las que habrán de convivir las empresas en el futuro más inmediato, a los que se suman nuevos riesgos emergentes.
“Los próximos años estarán marcados por tres grandes retos emergentes: la ciberseguridad, la transición ecológica obligatoria y el riesgo reputacional. La digitalización masiva ha expuesto a las empresas, sobre todo a las más pequeñas, a vulnerabilidades tecnológicas. Por otro lado, la adaptación a marcos regulatorios más exigentes en sostenibilidad puede convertirse en una carga si no se acompaña de ayudas eficaces. Además, detectamos que la percepción pública de las empresas, especialmente en redes sociales, puede impactar en la marca corporativa y condicionar decisiones de consumo o inversión. En ese contexto, la gestión reputacional será crítica”, puntualiza el presidente de CEAJE.
Igualmente, CEPYME considera que los riesgos vinculados a la ciberseguridad y los fenómenos naturales marcarán el futuro de las empresas, así como las tensiones geopolíticas y sus consecuencias en las cadenas de aprovisionamiento, precios de materias y demanda global. “Deberán tenerse más en cuenta que en el pasado, a la sombra de la posibilidad de evolucionar hacia un nuevo orden mundial”, recalca.
Por otro lado, habla de factores que no deben ser considerados amenazas o riesgos, sino como retos que habremos de afrontar en los próximos años. “Por ejemplo, nos encontramos ante el desafío del envejecimiento de la población en economías clave o de realizar el mejor uso posible de la inteligencia artificial. Son cuestiones que, de afrontarse de forma adecuada, no deben generar consecuencias negativas”, apunta.
En una línea similar, el secretario general de ATA subraya otros dos desafíos que se vislumbran en el horizonte. “En un trabajo cada vez más descentralizados y digitalizado, está claro que van a ir apareciendo nuevos riesgos tecnológicos que van a poner en entredicho la viabilidad de los negocios. Uno de los principales riesgos nace de la falta de formación en estos aspectos de los autónomos para poder evitarlos. Y en cuanto a los riesgos psicosociales, que ya se han convertido en la segunda causa más común de baja entre los autónomos, debemos afrontarlos desde nuevas perspectivas que aún están por desarrollar”, comenta.
Las empresas están expuestas a incertidumbre económica, inflación, fluctuación de los tipos de interés, crisis económicas, etc. Asimismo, son muchas las compañías acuciadas por problemas de flujo de caja o impagos de clientes.
“Aunque existen productos aseguradores sofisticados, muchas startups o micropymes no pueden acceder a ellos por su coste. Vemos una brecha que debería corregirse desde la colaboración público-privada, especialmente para cubrir riesgos de impago, caída de actividad o volatilidad macroeconómica”, anota Albaladejo.
Igualmente, el secretario general de ATA afirma que “el problema es que lo poco que existe en el mercado está muy destinado a las grandes empresas; con una cobertura excesiva para nuestras actividades y, por lo tanto, con unas primas inasumibles”. Por eso, afirma que se trata de productos que los autónomos contratarían “siempre y cuando fuera con unas primas asumibles”.
Acontecimientos como la DANA de finales de octubre o la borrasca Filomena de 2021, por poner algunos ejemplos, nos demuestran cuán expuestos estamos ante desastres naturales como inundaciones, tormentas, incendios forestales, etc. Además, el cambio climático y sus consecuencias están originando nuevas regulaciones medioambientales a las que tienen que adaptarse las empresas.
“En los últimos meses hemos visto las devastadoras consecuencias de la DANA en muchas localidades españolas. No sólo se ha llevado vidas humanas, sino que ha comprometido la viabilidad de muchos negocios. De hecho, las pérdidas son tan cuantiosas que son muchos los casos en los que no se va a poder recuperar la actividad ni con la compensación del CCS y los seguros privados. Y con el añadido de que las ayudas públicas que se han ofrecido no han cubierto ni el 30% de los costes. Siendo muy importantes los seguros para afrontar estos riesgos, debemos recomendar que se actualicen anualmente y que se acondicionen a las inversiones que hace el autónomo, de tal manera que, cuando llegue el siniestro, se responda al valor real del negocio y no al de cuando se suscribió el seguro, que a veces puede ser hace una década”, aconseja Perea.
Además, el presidente de CEAJE advierte que “aunque las aseguradoras ofrecen protección ante fenómenos extremos, las pymes no suelen anticipar estos riesgos”. “Debemos promover una cultura de prevención climática y una adaptación más efectiva a normativas medioambientales. La falta de conocimiento sobre ayudas para implantar políticas de sostenibilidad es también preocupante”, recalca.
Si hay un sector que sabe bien cómo afectan la incesante evolución de la regulación, ese es el Seguro. Pero hay otros muchos sectores que se ven acuciados por el cumplimiento de normativas locales, nacionales e internacionales o por los riesgos relacionados con la propiedad intelectual, litigios o contratos mal gestionados.
“Los cambios constantes en el marco normativo fiscal, laboral y medioambiental son uno de los mayores temores de los jóvenes empresarios. Requieren no sólo protección legal, sino acompañamiento formativo para que puedan navegar con seguridad jurídica”, reseña Albaladejo.
“Todos sufrimos el exceso de regulación normativa, que nos lleva a multitud de trabas con las que perdemos días que deberíamos dedicar a nuestras actividades; y la inseguridad jurídica en la que vivimos, con cambios constantes de criterio. Los seguros que cubren esa parte son muy interesantes, porque cualquier descuido nos puede hacer tener un problema importante con repercusión económica. Pero los que hay están tan enfocados a las grandes empresas que se nos hacen inaccesibles”, lamenta el secretario general de ATA.
Accidentes y enfermedades laborales o los problemas de salud mental de los empleados, así como el cumplimiento de las normativa laboral y sanitaria, son algunos de los riesgos a los que se exponen las empresas en este ámbito.
“Cada día, el autónomo es más consciente de que un accidente laboral o una enfermedad profesional no sólo pone en entredicho su salud, sino también la viabilidad de su negocio. También sabemos, desgraciadamente, que las prestaciones que se reciben en estos casos no cubren los costes mínimos que tenemos, por lo que los productos en este ámbito son seguros bastante atractivos para los autónomos, como los que ofrecen poder percibir una cuantía en caso de baja laboral que complemente la prestación pública. El problema pasa por lo de siempre y es que, en una situación de estrangulamiento financiero, las primas no siempre son asumibles para los autónomos y su inversión en este concepto es más que moderada. Habría que revisar ese tema”, expone el secretario general de ATA.
Albaladejo también cree que las empresas gozan de buena cobertura en este ámbito, “sobre todo en empresas consolidadas”. Sin embargo, advierte que “aún falta cultura preventiva en salud mental”.
Los incidentes cibernéticos —ataques de ransomware, pérdida de datos, brechas de seguridad…— o la enorme dependencia de la tecnología y los problemas con sistemas los informáticos o por una posible pérdida de datos críticos son algunas de las mayores preocupaciones de las empresas.
“Hay muchos productos, software y empresas que nos ayudan a blindar nuestros negocios desde un punto de vista digital frente a ciberataques. Cuando los autónomos sufrimos robos de datos, por ejemplo, los daños pueden ser importantes. Y los productos de seguros que se ofrecen suelen fallar en su cobertura. La NIS2 dice que hay sectores críticos, sectores estratégicos que deben tener analizados cuáles son sus riesgos en materia de ciberseguridad. Es obligatorio tener realizado ese análisis y, si no lo haces y sufres un ataque, puede haber responsabilidad, que recae en el administrador de la empresa. Sin embargo, los productos de seguros que hay para estos casos adolecen de ese detalle necesario y en sus cláusulas, ‘sorprendentemente’, rara vez se ajusta el texto al problema que el pequeño autónomo ha tenido, abocando su actividad al cierre en muchas ocasiones, por no poder recuperar la inversión robada”, afirma Perea.
Del mismo modo, el presidente de CEJAE cree que “la cobertura frente a ciberataques y brechas de seguridad aún no está suficientemente implantada en el tejido joven empresarial”. “Aunque la oferta ha aumentado, la percepción de precio elevado y la falta de formación específica limitan su contratación”, explica.