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Carlos Lluch
Director técnico de LLUCH & JUELICH CORREDURíA DE SEGUROS
Estar a la altura es ser capaces de cumplir expectativas. Para ello hay que disponer todo, poner toda la carne en el asador, con el fin de satisfacer lo que se espera de nosotros. Lo contrario bien podría ser vender humo o, simplemente, defraudar y engañar.
El de los seguros es un negocio que se basa en la confianza, en aquella “ubérrima fides” que me explicaron cuando di mis primeros pasos en este sector. Y esa confianza, al contratar, no puede verse comprometida, gravemente, cuando sucede aquello que la parte profesional del contrato tenía la obligación de prever y atender, como era de esperar.
Pero tampoco puede verse comprometida por una denegación de servicio que sea ajena al objeto mismo de la actividad. En estos días vemos cómo en EE. UU. las aseguradoras han desestimado asegurar el incendio de miles de viviendas cuando, precisamente, el Gran Incendio de Londres de 1666 fue el iniciador del seguro de incendios moderno. Los británicos de entonces vieron en ello una necesidad que conllevaba una oportunidad de negocio, mientras que los financieros de hoy ven un peligro sin entender –por lo visto– que este negocio va de cubrir riesgos a su justo precio y mutualizando. O ha ido, por siglos, hasta ahora. Taxis, conductores noveles, alimentación, reciclaje, … ¿Suena de algo?
Asimismo, una mayor esperanza de vida y las mejoras en muchos entornos de trabajo han permitido que se vaya prolongando la vida laboral de los trabajadores, pero la industria del seguro sigue sin comprender que a los 66 o 67 años uno puede requerir un capital de incapacidad permanente o temporal. Ya que estamos, ni siquiera se aborda en muchas aseguradoras el hecho de que una incapacidad absoluta ya no es válida en un contexto donde el conocimiento o la habilidad cuentan más que la fuerza bruta y, por consiguiente, es necesario universalizar la oferta de incapacidad total o el seguro contratado apenas será parcialmente útil a su cliente.
Estar a la altura también exige equipos bien pagados, de gente capaz y entrenada, solvente para la resolución de casos amparados por contratos, también solventes, para cubrir los riesgos del cliente. Horas al teléfono para intentar hablar con alguien que sepa de la misa o mensajes automatizados nos hablan, a los corredores, de empresas que venden toneladas de pólizas, pero no tienen interés en cumplir expectativas con calidad. Ni de sus clientes finales, ni de sus clientes mayoristas, los corredores. De hecho, cada vez nos llegan más rehúses estúpidos, incomprensibles y vergonzantes salvo que imaginemos a un chimpancé o una IA a los mandos.
Hay aseguradoras que siguen haciendo honor a la confianza que se depositó en ellas. Cada vez más destacan, independientemente de su tamaño, deslumbrando como una cerilla en una noche sin luna. Los corredores entendemos eso, entendemos que allí es donde queremos estar con nuestros clientes y, por ello, los acompañamos en su crecimiento. ¡Gracias por mantener los valores de todo un sector!
Porque nuestro deber profesional es depositar riesgos donde se esté a la altura.