Las cosas bien hechas

Jose Núñez
Consejero delegado para Lloyd’s en España y Portugal

Abro mi ventana y en un ámbito global, en lo que llevamos de año, me paro tan solo a contemplar algunos de los principales siniestros:  ciclón Gabriella e inundaciones en Nueva Zelanda (2,500 millones de dólares, estimado), terremoto en Turquía/Siria (5,300 millones de dólares, estimado), incendio en Lahaina, Hawái (6.000 millones de dólares, estimado)

Pero un reasegurador de primera línea dice en su informe del primer semestre que arrastramos más de 120.000 millones de dólares (estimados) en pérdidas por riesgos catastróficos a nivel mundial. 

Seguimos escuchando voces sobre el comportamiento de los mercados de reaseguro que dan eco a  argumentos de una base lógica que deberíamos mantener firme en cuanto a las decisiones que vayan a repercutir en la suscripción y en el pricing de cara a los próximos meses. 

Aumentos de loss ratio generalizados en los últimos años, con unos resultados con impacto negativo en el sector y una combinación relación “riesgo asumido-rentabilidad” que no augura rendimientos felices a corto plazo. Adicionalmente, el impacto a corto plazo de la rápida subida de tipos, los aumentos de spreads crediticios y la degradación de los mercados bursátiles impactarán negativamente en las carteras de inversión y, por supuesto, en los ratios de solvencia. 

Mirando la lista de casualties -referida al principio del artículo- y el panorama que tenemos, resultarían plausibles medidas continuas de contención tales y como el aumento de las tasas, la revisión de límites de cobertura en CAT y una adecuación más ajustada de las condiciones de las coberturas. 

Nos encontramos ante un cambio de ciclo en progreso y en el que, a medida que evoluciona, nos cruzamos con nuevos retos que nos enseñan nuevos peligros y algunos de ellos ya han llegado para quedarse. Llevamos hablando los últimos años de los riesgos del cambio climático que nos dejan unos fenómenos que causan víctimas humanas y grandes daños materiales como: huracanes, tifones, ciclones, terremotos, riesgos geopolíticos, fenómenos de gran calaje tecnológico, como los ciberriegos, pero no nos olvidemos que el enemigo lo tenemos en nuestra propia casa; la sequía y los incendios. Aunque las sequias están afectando a todo el territorio español, son las cuencas mediterráneas las que sufren de forma recurrente. Cabe decir, y aquí debemos tomar buena nota, que España está situada geográficamente en unos de los puntos del globo terrestre más afectados por este fenómeno. Durante este siglo XXI se está confirmando un gran incremento en cuanto a la frecuencia de este fenómeno.

Ante toda esta lista de amenazas con las que vamos a tener que convivir, solo se me ocurre llamar la atención de nuestro sector asegurador para que seamos coherentes con las acciones que tomamos. No caigamos en la tentación de darle “vidilla a los clientes” maquillando una propuesta de prima que no va a ser consistente en el tiempo. De ahí que sea vital tener una clara transparencia y comunicación entre el asegurado y asegurador (creo que ahí la mediación tiene un papel clave).  Una vigilancia desde los departamentos de riesgos del asegurador para tener un mapeo de riesgo bajo control, utilizando tecnología punta para poder aplicar una exhaustiva protección frente a los riesgos catastróficos.     

Si no adoptamos medidas contundentes, las sequías afectarán a un 70% más del territorio; incendios e inundaciones serán más frecuentes y destructivos; el nivel y la temperatura del mar aumentarán; sectores clave como la agricultura o el turismo sufrirán daños severos; tenemos la información adecuada, somos un mercado maduro y experimentado: hagamos las cosas bien hechas.