Cualquiera que esté en sus cabales en el mundo del Seguro, como en otros mundos, sabe a ciencia cierta que el consumidor lo que de verdad quiere es pagar lo menos posible por su seguro. Y, fruto de ese conocimiento sublime, puro e indiscutido, tenemos que hoy día un seguro cuesta una fracción de lo que pagaba un tomador hace tres décadas.
Eran tiempos en los que yo vendía un seguro para un Ford Escort a 64.386 pesetas, cuando había quien dejaba en su parabrisas un folleto en el Pryca a 21.000 pesetas. Eso sí, cada dos por tres quebraban las aseguradoras que ofrecía aquel y la que yo recomendaba aún subsiste, aunque ha cambiado tanto que ya es otra cosa.