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Carlos Lluch
Director técnico de LLUCH & JUELICH CORREDURíA DE SEGUROS
Creo poder afirmar, sin temor a equivocarme, que la gente de la calle no tiene ni puñetera idea de lo que es el IPID. Pero nosotros sí lo sabemos.
Atendiendo a personas que contrataron lo que no debían haber contratado nunca, es una constante que no fueron informados a priori de qué iba el Seguro que se les proponía contratar o los matices de la cobertura o exclusiones que vaciarían de interés para ese usuario el contrato.
Entiendo que vender es importante, incluso cuando no se hace como un arte, que es como algunos pretenden ver a la venta de productos o servicios y más aún si son intangibles como los seguros. Vender lo que no se debe no tiene nada de arte, sino de timo. Vender lo que no es adecuado a los intereses o necesidades de un ciudadano es un estropicio, especialmente si consideramos que el objeto de la compra es protegerse ante un riesgo y un mal contrato tan solo acaba siendo un coste evitable, al que se suma la pérdida de oportunidad de no haber contratado lo correcto.
Es por ello por lo que me alucina ver en portales web, en apps, en folletos y conocer de innumerables casos en sede bancaria y otros perfiles distribuidores que la información precontractual brilla por su ausencia o, en el mejor de los casos, se limita a una descripción burda e interesada de cuatro luces, mientras se oculta toda oscuridad que ponga en riesgo la venta. Digamos que se prescinde de la verdad.
Nosotros, seamos aseguradoras o distribuidores, tenemos una gran responsabilidad, que determina el resultado para el cliente en momentos terribles o, al menos, difíciles, en los que espera contar con nuestra ayuda. En ese momento no es admisible el fracaso, pero ocurre.
Es por ello por lo que llamamos la atención sobre esta materia: es necesario conocer qué se contrata. El Seguro debe conocer a su cliente para poder decidir si suscribe su cobertura, y el cliente debe conocer el contrato para optar por él… o no. Adivinad: no hay seguro a dos clics que conozca al cliente y no hay en ese modelo espacio para perder el tiempo informando cuando lo que se quiere es una respuesta compulsiva. Tampoco importa la información precontractual cuando el cliente no es tal cosa sino un condenado a contratar lo que yo diga si es que quiere el préstamo de turno. Ahora falta que tú tomes partido y decidas si quieres ser como ellos o bien, para ser diferente, quieres que tu cliente esté seguro.